Yucatán ► Una veintena de perros sin dueño, rescatados y atendidos por el personal del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), recorren libremente la zona arqueológica de Chichén Itzá y custodian cada rincón de la emblemática Pirámide de Kukulcán, convirtiéndose en una atracción tanto para visitantes como para investigadores del patrimonio maya.
El cuidado de estos animales forma parte de la “Operación Rescate de Perritos de Chichén Itzá”, puesta en marcha en julio de 2019 por el INAH, el Patronato Cultural y varias asociaciones civiles. Gracias a esta iniciativa, los canes que llegaban heridos, enfermos o desnutridos recibieron atención veterinaria, vacunación, esterilización y, en algunos casos, adopción responsable. Otros, como Osita o Cachimba, fueron integrados de forma permanente al entorno arqueológico.
“Esos perritos son guardianes de Chichén Itzá; ayudan en el cuidado de las zonas arqueológicas”, señala José Antonio Keb Cetina, custodio nocturno, quien cada noche recorre los templos junto a sus fieles compañeros de cuatro patas. Keb explica que ellos conocen mejor que nadie cada escalón y pasillo del sitio prehispánico.
Apodados “peek” en lengua maya, estos perros son los únicos autorizados para subir al Castillo de Kukulcán, pues su bajo peso y sus almohadillas no dañan la estructura. “Les encanta subir; como si desde antes supieran que tienen un permiso especial para cuidar el templo”, agrega el custodio.
La manada está liderada por Cachimba, una perra mestiza de pelo oscuro considerada por Keb como la reencarnación de una sacerdotisa guerrera maya. Junto a ella patrullan Osita, Rayas, Manchas, Pirata y Pinto, cada uno con su carácter y rutinas: mientras unos descansan a la sombra de los árboles, otros recorren el Juego de la Pelota o se asoman al Cenote Sagrado.
Para la directora de la zona arqueológica, María Guadalupe Espinosa, estos animales retoman un papel ancestral. “En códices y relieves mayas, el perro aparece como compañero del hombre y guardián de caminos sagrados. Aquí, nuestros ‘Canes Sagrados de Kukulcán’ prolongan esa tradición viva”, explica Espinosa.
Los turistas han adoptado la costumbre de buscar a los guardianes en sus recorridos. “Me impresiona la naturalidad con la que se mueven; pareciera que Chichén Itzá les pertenece tanto como a nosotros”, comenta Carla Centeno, visitante poblana, tras inmortalizar a Osita posando en los escalones del templo principal.
Mientras la zona se prepara para recibir a más de un millón de viajeros este año, los perritos sin hogar siguen su enigmático trabajo: vigilar, acompañar y conservar un legado milenario, recordándonos que el patrimonio cultural y la vida silvestre pueden caminar de la mano. ■



