Ciudad de México ► Documentos recientemente desclasificados revelan que la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA) interceptó en 2014 mensajes de texto entre líderes del cártel Guerreros Unidos en Chicago y México, en los días de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Sin embargo, esa información —que mostraba en tiempo real las reacciones de los capos y sus intentos de encubrimiento— no fue compartida con las autoridades mexicanas sino hasta ocho años después.
Los textos, obtenidos de teléfonos Blackberry de Adán Casarrubias Salgado, alias Silver o Tomato, y de Pablo Vega Cuevas, alias Transformer, daban cuenta de cómo los líderes criminales se enteraban del caos en Iguala y buscaban proteger a sus aliados en el gobierno, la policía y hasta en las fuerzas armadas. Uno de los mensajes, enviado el 28 de septiembre de 2014, intentaba manipular la narrativa: “Que pongan atestiguar jente que los gueyes esos ivan para Acapulco y se subieron armados (sic)”.
Las investigadoras Kate Doyle y Claire Dorfman, del Archivo de Seguridad Nacional en Washington, subrayan que si esos mensajes hubieran llegado a manos de los fiscales mexicanos en tiempo real, habrían ofrecido pistas únicas para esclarecer el paradero de los estudiantes. “Es imposible saber qué habría cambiado, pero no hay duda de que eran claves que no existían en otro lugar”, señalaron.
La DEA ya investigaba a la célula de Guerreros Unidos en Chicago, con autorización judicial para intervenir comunicaciones. Según el exagente Mark Giuffre, Iguala era identificado como un bastión del cártel. Un informante reveló además que la organización utilizaba autobuses de pasajeros para trasladar heroína hacia Estados Unidos y dinero de vuelta a México, ocultos en los parachoques.
Los mensajes muestran que los líderes del cártel no anticiparon los ataques contra los normalistas, sino que reaccionaron al descontrol generado esa noche. El caos debilitó su control de la plaza, exacerbó disputas internas y redujo la protección que recibían de autoridades corruptas.
Los textos también evidencian la red de complicidades que sostenía al grupo criminal. Doyle y Dorfman destacan que Guerreros Unidos se movilizó de inmediato para blindar a sus colaboradores en los gobiernos locales y estatales, así como en corporaciones policiacas y militares. “Los mensajes son prueba de corrupción a todos los niveles”, concluyen.
Ambos capos, Casarrubias y Vega Cuevas, fueron finalmente procesados en Estados Unidos y se declararon culpables en 2025. Pero en 2014, cuando los normalistas fueron desaparecidos, eran piezas centrales en la estructura binacional del cártel.
¿Por qué se ocultó la información?
El Archivo de Seguridad Nacional cuestiona la demora en compartir la evidencia. La DEA priorizó usarla en juicios contra traficantes en Estados Unidos, mientras que el gobierno de Enrique Peña Nieto no solicitó los archivos pese a los llamados del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI). La información completa no llegó a fiscales mexicanos sino hasta 2022.
El Departamento de Justicia estadounidense, por su parte, mostró “poco interés” en entregar pruebas que consideraba estratégicas para sus propios procesos judiciales. Esta omisión, señalan las investigadoras, retrasó durante casi una década la posibilidad de abrir nuevas líneas de investigación sobre el paradero de los estudiantes. ■


