Ciudad de México ► La representación de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en Iztapalapa, uno de los eventos más emblemáticos de la Semana Santa en México, fue inscrita oficialmente en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. El anuncio se realizó en Nueva Delhi, India, durante la reunión del Comité Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, que evaluó 68 candidaturas de distintas regiones del mundo.
El viacrucis de Iztapalapa, que se celebra desde 1833 como un acto de fe para pedir el fin de una epidemia de cólera, ha evolucionado en casi dos siglos hasta convertirse en una manifestación cultural masiva que convoca cada año a millones de personas. La tradición, organizada por el Comité de Semana Santa en Iztapalapa A.C. (COSSIAC) junto con la comunidad y autoridades locales, se ha consolidado como un símbolo de identidad, resiliencia y participación colectiva. La UNESCO destacó que se trata de una práctica que trasciende lo religioso y que constituye un ejercicio de memoria, unidad y organización comunitaria.
El reconocimiento fue celebrado por la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, quien felicitó a la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, y a la alcaldesa de Iztapalapa, Aleida Alavez, por el impulso a esta tradición que cada Semana Santa transforma las calles de la demarcación en un escenario vivo de fe y cultura. Por su parte, Claudia Curiel de Icaza, secretaria de Cultura federal, calificó el nombramiento como “un reconocimiento histórico que honra casi dos siglos de tradición, fe e identidad comunitaria”.
La inscripción de la Pasión de Cristo de Iztapalapa se suma a otras expresiones mexicanas ya reconocidas por la UNESCO, como la cocina tradicional, el mariachi, la charrería, el bolero y las festividades indígenas dedicadas a los muertos. Con ello, México refuerza su posición como uno de los países con mayor riqueza cultural en el ámbito del patrimonio inmaterial.
Más allá de la solemnidad religiosa, la representación se ha convertido en un fenómeno social y cultural que involucra a miles de actores comunitarios, técnicos y voluntarios, quienes durante meses preparan vestuarios, escenografías y logística para recibir a visitantes nacionales e internacionales. La magnitud del evento, que cada año reúne a más de dos millones de asistentes, refleja la capacidad de organización de la comunidad y su compromiso con preservar una tradición que ha sobrevivido a epidemias, crisis sociales y transformaciones urbanas. ■



