Mientras en junio se anunciaban 15 nuevos Polos de Desarrollo Económico para el Bienestar en 14 entidades, Tabasco recibía su diploma de rezago: “polo en proceso” para Teapa.
Un eufemismo crudo para describir lo que ya resuena en los parques industriales, despachos de contadores y cafeterías de Villahermosa: somos excluidos de los incentivos fiscales que prometen deducción inmediata del 100% en inversión fija y estímulos para investigación, desarrollo y capacitación.
La fotografía no puede ser más dolorosa. Pemex sigue quitado el sueño a proveedores con adeudos que rebasan las ganancias anuales de varias pymes. El SAT, a su vez, congela cuentas bancarias a las mismas microempresas que padecen adeudos de ha más de 12 meses.
El resultado es una ecuación imbatible: sin incentivos, no hay inversión; sin inversión, no hay crecimiento.
Sin embargo, tal condición no está escrita en piedra. Tabasco es crudo, agroindustria y logística; nuestra vocación nearshoring es un diamante en bruto ansioso de pulimento.
El paso urgente es un oficio bien fundado ante Hacienda y Economía, acompañado de un memorando técnico —con rutas de exportación, vocaciones productivas y un calendario de inversiones— que demuestre que el “polo a licitar” en Teapa es una pieza faltante y urgente en la red logística del sureste.
La pregunta clave: ¿será Tabasco donde el gobierno local levante la mano con propuestas serias, o seguiremos lamentando una exclusión que no es destino, sino desafío?
La exclusión de ayer puede convertirse en el impulso decisivo de mañana. Si somos quienes transforman la adversidad en un catalizador de desarrollo, Tabasco dejará de ser un mero “polo en proceso” para erigirse en el corazón petroquímico y logístico que reclama su historial y su geografía.
Ahí, finalmente, podremos decidir si nos quedamos en la banca de la transformación o nos lanzamos de lleno al juego. ■