El Museo Elevado de Villahermosa, mejor conocido como Musevi, es desde hace más de una década un recordatorio incómodo de cómo la política local confundió monumentalidad con desarrollo. Concebido como una escultura utilitaria, un puente peatonal que además funcionaría como museo, terminó convertido en símbolo de derroche presupuestal y de desconexión con las verdaderas necesidades urbanas.
Hoy, el Colegio de Arquitectos Tabasqueños, encabezado por su presidente Raúl Guzmán Priego, ha puesto sobre la mesa una propuesta para rescatarlo. La iniciativa plantea cerrar y climatizar el recinto, intervenir el Vaso Cencali con un malecón, revitalizar el parque Mario Trujillo y financiar el proyecto mediante la concesión de espacios comerciales, con el argumento de que así no se cargaría al erario municipal.
De entrada, la propuesta suena atractiva. Habla de modernización, de nuevos espacios de convivencia, de un “ícono” urbano que finalmente cumpla su promesa. Sin embargo, al analizarla, emergen las mismas grietas que han acompañado al Musevi desde su origen: la falta de sostenibilidad, la desconexión con el entorno y el riesgo de repetir errores pasados.

El problema no es solo de forma, sino de fondo. El Musevi nació con un defecto de origen: fue concebido como un puente que no conecta nada vital, como un museo que no responde a una necesidad cultural real, como un adorno costoso en un lugar donde la naturaleza es la verdadera protagonista.
Dichas contradicciones se han manifestado con crudeza a lo largo de los años. El Musevi agrede al paisaje, interrumpe la vista sobre Paseo Tabasco, rompe la continuidad visual del parque Tomás Garrido y se impone como un cuerpo extraño en un espacio que respira naturaleza. En respuesta, el entorno agrede al Musevi, lo oxida y lo «oculta» con ramas. Pretender que un sistema de aire acondicionado y algunos locales comerciales las resuelvan es, cuando menos, simplista.
El argumento recurrente de que el Musevi podría convertirse en detonante turístico tampoco se sostiene. Cuando era nuevo y reluciente, no logró atraer visitantes en masa. La zona ya cuenta con atractivos consolidados como el parque Tomás Garrido, el Museo La Venta, el Museo de Historia Natural y la propia Laguna de las Ilusiones. El Musevi no será la pieza que dispare un boom turístico.
Climatizar una estructura de acero en una ciudad de clima húmedo tropical como Villahermosa equivale a condenar a cualquier concesionario, o al propio Ayuntamiento de Centro, a una factura energética perpetua y exorbitante. El Musevi nunca logró atraer un flujo constante de personas; sin ello, los locales comerciales difícilmente serían rentables. La lógica de “primero concesionamos y luego llega la gente” es un círculo vicioso: no hay turistas porque no hay atractivo, y no habrá atractivo porque no hay turistas.
Además, intervenir espacios que cumplen una función comunitaria —lugares de convivencia cotidiana, de juegos infantiles, de caminatas y encuentros vecinales— podría desplazar a quienes los disfrutan y romper dinámicas sociales que ya funcionan.
Lo urgente no es añadir complejidad a un problema de origen, sino atender lo básico. El Musevi necesita un rescate estructural que garantice su seguridad, la rehabilitación de escaleras, la construcción de rampas, baños públicos y accesibilidad real. Solo después de eso puede pensarse en darle un uso que dialogue con su entorno y con la ciudad.
La clave está en concebirlo no como un recinto cerrado que niega el clima y el entorno, sino como un espacio abierto que convoque a la convivencia social, a la identidad cultural y al comercio artesanal. Rescatarlo pasa por encontrarle una utilidad sencilla, poderosa y coherente con su contexto. Significa reconciliarlo con la naturaleza que lo rodea y con la comunidad.
Hay ciudades en México y el mundo han entendido que el verdadero desarrollo está en mejorar la infraestructura para el disfrute de sus propios habitantes. Cuando una ciudad se vuelve habitable y feliz para quienes la viven, inevitablemente se vuelve atractiva para quienes la visitan.
El Colegio de Arquitectos ha puesto el tema sobre la mesa. Ahora corresponde a las autoridades municipales y a la sociedad decidir si finalmente se dará un giro hacia un urbanismo que privilegie la vida cotidiana, la cultura local y la convivencia social. ■ (Imágenes tomadas de: Hunter Douglas Architectural)


