Este domingo 30 de marzo no fue un día cualquiera para los mexicanos: por primera vez, jueces, magistrados y hasta ministros de la Suprema Corte salieron a «pedir el voto» rumbo a la jornada electoral del próximo 1ro. de junio de 2025.
La justicia mexicana, ese ente que muchos vemos lejano, opaco y hasta intimidante, se lanzó a las redes sociales para tratar de conectar con la gente. Y aquí estamos, expectantes, viendo cómo el ‘feis’, Tik Tok, Instagram y X se convierten en el nuevo campo de batalla electoral.
Que los ciudadanos elijan directamente a quienes impartirán justicia, para enterrar de una vez por todas la imagen de un Poder Judicial cerrado, plagado de compadrazgos y opacidades, se escucha muy bien. Pero, como en todo experimento democrático, los retos son muy serios.
El INE les puso reglas estrictas: nada de dinero público, nada de spots en la tele, ni mucho menos recibir ayuda de partidos políticos. Así que no quedó más remedio que volcarse a las redes sociales, donde navegan más de 93 millones de mexicanos. Sin embargo, debe reconocerse que no todos los candidatos juegan en las mismas ligas digitales. Mientras algunos, como las ministras Yasmín Esquivel o Lenia Batres, ya tienen seguidores y cierto engagement, otros están empezando de cero, tratando de entender cómo demonios funciona un reel o por qué su post no tiene ni cinco likes.
Las redes sociales pueden ser el gran igualador, pero también son un monstruo que devora a los que no saben moverse en ellas. ¿Cómo compite un candidato juez en Tabasco, sin equipo de community managers, contra una figura mediática con miles de seguidores?
Y luego está el otro problema: el ruido. Las redes ya están inundadas de contenido político, memes, influencers y noticias falsas. ¿Cómo hace un candidato judicial para que su mensaje llegue a quien debe llegar? ¿Cómo evitar que su propuesta seria se pierda entre videos de gatitos o discusiones polarizadas?
Además, sin una regulación clara sobre el uso de estas plataformas, el riesgo de campañas sucias, bots y desinformación está a la vuelta de la esquina. ¿Terminaremos eligiendo a un ministro porque hizo un baile viral o porque su equipo manejó mejor los algoritmos ─o algo-ritmos─?
Para dar respuesta a estas preguntas, es necesario seguir muy de cerca este inédito proceso y registrar cómo los integrantes y aspirantes al Poder Judicial bajan de su pedestal y le hablan a la gente en su lenguaje. Ahora les toca conectar, convencer y, sobre todo, ser transparentes. Porque, al final, en esta elección no solo se juegan un cargo, sino el futuro de cómo se elige (y se percibe) la justicia en nuestro país. ■