Por momentos, las encuestas son espejos deformados: devuelven una imagen parcial, congelada en un instante, y se convierten en armas de ocasión para quienes buscan desgastar al adversario. La más reciente medición de Arias Consultores coloca a la alcaldesa de Centro, Yolanda Osuna Huerta, en el bloque de “aprobación regular” con 29.7%. De inmediato, opositores y detractores se lanzaron a magnificar los rezagos que ellos mismos heredaron, como si la memoria colectiva pudiera borrarse con una publicación en redes sociales.
Lo cierto es que la fotografía de agosto no puede leerse sin contexto. Osuna gobierna un municipio marcado por deudas históricas en agua, drenaje y seguridad, con una población cada vez más exigente en materia de servicios. Aun así, su administración ha logrado avances tangibles: en noviembre de 2024, la misma casa encuestadora la situó entre las alcaldesas mejor evaluadas del país, con más de 70% de aprobación. Ese salto no se evaporó; lo que ocurre es que la vara ciudadana se eleva conforme se resuelven problemas y emergen otros.
Morena y las comparaciones incómodas
Si se observa el tablero nacional, Osuna se ubica en un rango intermedio dentro de las alcaldesas de Morena. Está por encima de Milena Quiroga en La Paz (18.9%) o Estrella Palacios en Mazatlán (12.8%), pero por debajo de Evelyn Parra en Venustiano Carranza (49.2%) o Gabriela Osorio en Tlalpan (40.1%). Lo anterior evidencia que en municipios con mayor infraestructura consolidada la aprobación se sostiene con menos sobresaltos; en plazas con rezagos estructurales, la presión es mayor y la paciencia ciudadana más corta.
La encuesta como munición
Los opositores y detractores han encontrado en la encuesta de agosto un pretexto para insistir en la narrativa del “fracaso”. Pero lo que omiten es que los rezagos que hoy señalan fueron incubados en administraciones anteriores, muchas de ellas emanadas de los mismos partidos que ahora critican. La estrategia es clara: invisibilizar los avances y amplificar los pendientes.
En política, la aprobación regular no es un epitafio, sino un recordatorio: la ciudadanía exige más, y rápido. Osuna Huerta enfrenta el reto de sostener avances en servicios básicos y blindar su narrativa frente a la distorsión interesada de sus adversarios. La encuesta de Arias no es sentencia, sino termómetro. Y como todo termómetro, mide la fiebre del momento, no la salud de fondo.
En el tablero de Centro, la disputa no es sólo por los números, sino por el relato: la clave, como siempre, no está en los discursos de la oposición, sino en la memoria de los ciudadanos que saben de dónde vienen y hacia dónde quieren ir. ■