En política, hay temas que se prestan al oportunismo más que otros. El agua, por ejemplo, es uno de esos asuntos que, por su complejidad técnica y su impacto cotidiano, puede convertirse en blanco fácil para la crítica superficial. Pero cuando esa crítica se repite, se amplifica y se desvincula de los hechos, lo que emerge no es un debate legítimo, sino una campaña orquestada.
Desde hace ya varios meses, algunas páginas de noticias en redes sociales han publicado notas que, bajo el disfraz de denuncia ciudadana, apuntan sistemáticamente contra la gestión de la alcaldesa de Centro, Yolanda Osuna Huerta, en materia de agua potable. Las publicaciones ─que van desde fugas en colonias hasta cuestionamientos sobre obras en proceso─ comparten un patrón: omiten contexto, ignoran avances y repiten el mismo guion de inconformidad sin matices.
Por supuesto, la exigencia de agua es legítima. Pero cuando se ignora que la administración actual está enfrentando un rezago histórico con obras estructurales que implican cierres de calles, molestias temporales y una inversión sin precedentes, la crítica deja de ser periodismo y se convierte en narrativa dirigida.
Yolanda Osuna no ha optado por el camino fácil. A diferencia de sus antecesores, que prefirieron administrar el problema con parches y evasivas, su gobierno ha asumido el reto de fondo: sustituir redes colapsadas, modernizar plantas potabilizadoras, ampliar cobertura y dignificar el servicio. Lo ha hecho con planeación técnica, respaldo presupuestal y, sobre todo, con voluntad política.
El expediente de obras es claro: los tres circuitos en construcción ─en la 18 de Marzo, Miguel Hidalgo III y la entrada a Río Viejo─ permitirán abastecer de agua a 250 mil personas, aprovechando el potencial de la Potabilizadora Carrizal II. Ya desde principios de año, con la puesta en operación de la Plataforma de Captación en el río Carrizal y del Acueducto Usumacinta, se ofrece agua suficiente y de calidad a más de 400 mil habitantes del municipio.
Por eso sorprende que, mientras medios nacionales reconocen el modelo de gestión hídrica de Centro como ejemplo de planeación urbana, algunos actores locales insistan en sembrar la idea de abandono.
La respuesta está en el tono, en la frecuencia y en la omisión. Porque cuando se critica el cierre de calles sin explicar que debajo se reconstruye el sistema de suministro, lo que hay no es periodismo, sino estrategia.
Yolanda Osuna gobierna a ras de suelo, como ella misma ha dicho. Escucha, recorre, supervisa. No desde el escritorio, sino desde la calle. Y eso incomoda. Porque gobernar con resultados, en un tema tan complejo como el agua, implica romper inercias, enfrentar resistencias y asumir costos políticos.
La ciudadanía merece información completa, crítica con contexto y debate con altura. Lo demás ─la crítica sin sustento, la repetición sin matiz, la omisión deliberada─ no es fiscalización, es campaña.
Y en esa campaña, el agua no es el problema. El problema es que, por primera vez en mucho tiempo, alguien se atrevió a enfrentarlo. ■