Villahermosa ► En México, las enfermedades cardiovasculares se mantienen como la principal causa de muerte, de acuerdo con cifras recientes del INEGI. Sin embargo, gran parte de los factores de riesgo pueden prevenirse con cambios sostenidos en la alimentación y el estilo de vida. Así lo recordó la Mtra. Paulina Elizabeth Ochoa Moreno, académica de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), quien subrayó que cuidar el corazón no es un acto aislado, sino un compromiso diario que impacta de manera positiva a largo plazo.
La especialista explicó que adoptar la dieta DASH —recomendada por la American Heart Association— y reducir el consumo de sodio son pasos esenciales para mantener la presión arterial en niveles saludables. Recordó que la ingesta máxima sugerida es de 2,300 miligramos al día, aunque en personas con hipertensión o riesgo cardiovascular lo ideal es no superar los 1,500.
Ochoa Moreno advirtió que los alimentos ultraprocesados, las bebidas azucaradas y el exceso de grasas trans son detonantes de obesidad, resistencia a la insulina y diabetes tipo 2, condiciones que elevan el riesgo de infartos y otras complicaciones. En contraste, recomendó priorizar frutas, verduras, granos enteros, semillas y proteínas magras, así como incorporar pescado al menos dos veces por semana y sustituir las grasas saturadas por aceites vegetales y frutos secos ricos en omega-3.
El cuidado del corazón, añadió, no se limita a la dieta. Mantenerse físicamente activo con al menos 150 minutos de ejercicio moderado a la semana, vigilar el peso corporal —en especial la grasa visceral—, y aprender a manejar el estrés mediante actividades recreativas o artísticas son medidas que fortalecen la salud cardiovascular. También insistió en la importancia de monitorear la presión arterial de manera periódica y de leer con atención las etiquetas de los alimentos para identificar el contenido real de sodio y azúcares.
La académica de la UAG fue clara: el consumo de alcohol debe evitarse en personas con enfermedades cardiovasculares y, en quienes no las padecen, reducirse al mínimo posible. “El corazón no se cuida con remedios milagro, sino con disciplina y decisiones cotidianas que, aunque parezcan pequeñas, hacen la diferencia”, señaló.
El llamado, concluyó, es a transformar la prevención en un hábito colectivo. “Un corazón sano significa una vida plena. No se trata de esperar a que aparezca la enfermedad, sino de construir desde hoy un estilo de vida que nos permita vivir más y mejor”. ■


