En las últimas horas, hemos presenciado un intercambio de declaraciones encendidas, causado por las insensatas palabras del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, respecto a la imposición de severos aranceles a las exportaciones hacia su país.
Rápida y firme, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, no dudó en responder. Con determinación, le recordó al republicano que una política arancelaria agresiva, como la que él propone, no quedará sin respuesta. “No es con amenazas ni con aranceles como se resolverán el fenómeno migratorio ni el consumo de drogas en Estados Unidos. Se requiere cooperación y entendimiento recíproco para enfrentar estos grandes desafíos. Si se impone un arancel, habrá otro en respuesta, y así, hasta poner en riesgo nuestras empresas comunes”, expresó la mandataria en una carta dirigida a Trump.
En pleno siglo XXI, somos testigos de una versión renovada de la vieja sentencia: “ojo por ojo, diente por diente”. Esta frase, con raíces tanto en la Edad Media como en textos bíblicos, aparece en el libro del Éxodo (21:24-25), que señala que toda maldad debe ser devuelta de la misma forma. Textualmente dice: “Ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe”. ¿No es sorprendente cómo, en un instante, las declaraciones de un intrépido tirano pueden devolvernos a esquemas de relaciones internacionales propios de épocas premodernas?
La presidenta Sheinbaum tiene razón al subrayar que los grandes desafíos de Norteamérica solo pueden enfrentarse con cooperación y buena voluntad, no con amenazas e imposiciones. No obstante, aunque algunos analistas sugieren que las bravatas de Trump no pasarán de ser retórica, las señales enviadas por los nombramientos de su gabinete parecen indicar lo contrario. Todo apunta a que las posturas en temas clave, como migración y comercio, podrían radicalizarse.
No debemos olvidar que, por un pretexto mucho menor que las amenazas actuales, estalló en el siglo XIX la llamada “Guerra de los Pasteles”, el primer conflicto armado entre México y Francia. En aquel entonces, la destrucción de un restaurante propiedad de un empresario francés, causada por oficiales del gobierno de Santa Anna, fue el detonante. Hoy, frente a un déspota que parece empeñado en desandar el camino de la política y llevarnos a tiempos anteriores a la cristiandad, no podemos subestimar las consecuencias de sus ultrajes. ■