Suecia ► La Real Academia Sueca de Ciencias otorgó este martes el Premio Nobel de Física 2025 a John Clarke, Michel H. Devoret y John M. Martinis, tres investigadores que demostraron que los fenómenos más extraños de la mecánica cuántica no se limitan al mundo subatómico, sino que también pueden manifestarse en sistemas eléctricos lo bastante grandes como para sostenerse en la mano.
El jurado reconoció a los físicos por el descubrimiento del “efecto túnel cuántico macroscópico y la cuantización de la energía en un circuito eléctrico”, experimentos realizados a mediados de la década de 1980 con un dispositivo construido a partir de superconductores separados por una delgada capa aislante, conocido como unión Josephson. En ese chip, los científicos observaron cómo un sistema compuesto por miles de millones de electrones podía comportarse como una sola partícula cuántica: atrapado en un estado sin voltaje, pero capaz de “escapar” mediante el efecto túnel y generar un voltaje medible. Además, comprobaron que el sistema solo podía absorber o emitir energía en cantidades discretas, tal como predice la teoría cuántica.
El presidente del Comité Nobel de Física, Olle Eriksson, subrayó que el hallazgo confirma que, a más de un siglo de su formulación, la mecánica cuántica sigue ofreciendo sorpresas y aplicaciones decisivas. Los experimentos de Clarke, Devoret y Martinis no solo ampliaron la frontera del conocimiento, también sentaron las bases de tecnologías emergentes como la computación cuántica, la criptografía avanzada y los sensores de ultra precisión.
Clarke, nacido en Cambridge en 1942, es profesor en la Universidad de California, Berkeley; Devoret, originario de París en 1953, enseña en Yale y en la Universidad de California, Santa Bárbara; mientras que Martinis, nacido en 1958, también forma parte de la Universidad de California en Santa Bárbara y es reconocido por su papel en el desarrollo de los primeros qubits superconductores.
El Nobel de Física 2025 no solo celebra un logro experimental excepcional, sino que marca un hito en la comprensión de cómo las leyes cuánticas, tradicionalmente confinadas al mundo invisible de las partículas, pueden gobernar dispositivos que caben en la palma de la mano y que anticipan la próxima revolución tecnológica. ■