Ciudad de México ► Este 23 de septiembre se conmemora el Día Mundial del Perro Adoptado, una jornada que busca visibilizar la realidad de millones de animales sin hogar y promover la adopción responsable como alternativa ética frente a la compra de mascotas. La efeméride, impulsada por organizaciones de bienestar animal y respaldada por instituciones públicas, pone el foco en los perros que han encontrado una familia, pero también en los que siguen esperando una oportunidad en refugios, albergues o en las calles.
En México, la situación es crítica. Se estima que más de 29 millones de animales viven en situación de calle, expuestos diariamente al hambre, enfermedades, accidentes y maltrato. La adopción, más allá de ser un acto de compasión, representa una herramienta concreta para contener la sobrepoblación y reducir el abandono. Quien adopta no solo transforma la vida de un animal, también libera espacio para que otro pueda ser rescatado.
El proyecto global “State of Pet Homelessness”, desarrollado por Mars Petcare y expertos en bienestar animal, reveló que en 20 países analizados, casi el 35% de los perros y gatos carecen de familia. Se calcula que 143 millones de perros viven en la calle y otros 12 millones esperan adopción en refugios u hogares de tránsito. El estudio, basado en más de 900 fuentes y 30 mil encuestas, busca orientar políticas públicas y acciones coordinadas para revertir esta tendencia.
En ciudades como Lima, Bogotá y Ciudad de México, se han organizado ferias de adopción, jornadas informativas y campañas de sensibilización. En la capital mexicana, el Centro de Transferencia Canina del Metro y la Agencia de Atención Animal (AGATAN) ofrecen procesos gratuitos de adopción, con animales esterilizados, vacunados y desparasitados. La iniciativa busca facilitar el acceso a una mascota sin fomentar la reproducción indiscriminada ni el comercio informal.
Expertos en salud animal recuerdan que adoptar implica un compromiso a largo plazo. Un perro puede vivir entre 12 y 17 años, y requiere atención médica, alimentación adecuada, tiempo de convivencia y un entorno seguro. La adopción no es un gesto simbólico, sino una decisión que transforma rutinas, vínculos y prioridades. Elegir un perro adulto, por ejemplo, permite conocer su temperamento y necesidades desde el inicio, mientras que adoptar un cachorro exige paciencia y formación para su educación.
Más allá del plano social, la convivencia con un perro adoptado tiene beneficios comprobados para la salud humana. Estudios recientes vinculan la tenencia responsable con menor riesgo de enfermedades cardiovasculares, reducción del estrés, mejor presión arterial y menor aislamiento en adultos mayores. En ese sentido, la adopción no solo salva una vida, también mejora muchas otras. ■