Ciudad de México ► Cada 10 de mayo, México se viste de fiesta para honrar a las madres. Calles adornadas con globos, restaurantes llenos de familias, escuelas que celebran festivales repletos de risas infantiles y templos abarrotados de feligreses agradecidos hacen de esta fecha —arraigada en el corazón colectivo— mucho más que un simple día comercial. Es un reflejo de la cultura mexicana, en la que la figura materna se eleva como pilar de la vida familiar y social.
La historia del Día de las Madres en México se remonta a 1922, cuando Rafael Alducín, fundador del periódico Excelsior, impulsó una campaña nacional para institucionalizar la fecha. Inspirado por el movimiento estadounidense —que desde 1914 celebraba el Mother’s Day—, Alducín buscó crear un espacio para reconocer el papel de las madres en la reconstrucción postrevolucionaria. El 10 de mayo fue elegido simbólicamente: algunos historiadores sugieren que coincidía con festividades católicas dedicadas a la Virgen María, mientras que otros apuntan a que se escogió para evitar conflictos con fechas políticas.
El éxito fue inmediato. Con el respaldo del gobierno de Álvaro Obregón, la iniciativa se popularizó a través de artículos, concursos y eventos públicos. Para 1949, el presidente Miguel Alemán inauguró el primer Monumento a la Madre en la Ciudad de México, acompañado de una placa que reza: «A la que nos amó antes de conocernos».
El Día de las Madres en México es una sinfonía de afectos. Desde las primeras horas, las mañanitas resuenan en plazas y hogares; mariachis y tríos recorren las calles para cantar a las madres, mientras los hijos entregan claveles —rojos para las vivas, blancos para las difuntas—, chocolates y manualidades escolares.
En las escuelas, los festivales se han convertido en rituales ineludibles. Niños vestidos con trajes folclóricos recitan poemas, bailan el Jarabe Tapatío o interpretan canciones como «Las Mañanitas» o «Amor eterno». Tampoco falta el desayuno o la comida familiar, donde platillos como el mole, los chiles en nogada o los tamales ocupan un lugar especial. Según la Cámara Nacional de Comercio (CANACO), en 2024 se registró un aumento del 40% en las ventas de restaurantes, y el gasto promedio por familia en regalos alcanzó los $500 pesos.
Para muchas familias, la jornada también incluye una visita a la iglesia. En la Basílica de Guadalupe o en parroquias locales, las misas honran a la Virgen María, fusionando la devoción religiosa con el amor filial.
El 10 de mayo también refleja las complejidades de la sociedad mexicana. Por un lado, celebra la abnegación materna, un valor cultural profundamente enraizado; por otro, enfrenta críticas por romantizar roles de género y sobrecargar a las mujeres con expectativas de sacrificio eterno. La Dra. Ana López, socióloga de la UNAM, explica: «El Día de las Madres refuerza estereotipos, pero también es un espacio para visibilizar luchas. Hoy, colectivos exigen reconocer a madres solteras, jefas de familia o aquellas que buscan a sus hijos desaparecidos».
En años recientes, movimientos como «Madres Buscadoras» han utilizado esta fecha para exigir justicia, recordando que en México miles de mujeres ejercen la maternidad en contextos de violencia e impunidad.
Las redes sociales han transformado la celebración. Según Meta, en 2023, más del 70% de los usuarios mexicanos publicaron mensajes dedicados a sus madres en Facebook o Instagram. Las videollamadas por Zoom o WhatsApp acortan distancias para migrantes o familias separadas, mientras plataformas como Rappi o Amazon reportan récords en la entrega de flores y regalos.
Hoy, el Día de las Madres abre también debates sobre diversidad. Colectivos LGBTQ+ piden reconocer a madres lesbianas o trans, mientras que algunas empresas incluyen en sus campañas a mujeres que, sin ser madres biológicas, ejercen roles de cuidado.
En un país en el que, según el INEGI, el 33% de los hogares tienen jefatura femenina, el 10 de mayo es un mosaico de emociones: gratitud, nostalgia, crítica y esperanza, que no solo celebra, sino que también interpela. Invita a construir un futuro donde el reconocimiento a las madres no se limite a flores, sino que se traduzca en políticas de igualdad, seguridad y justicia. ■