Ciudad de México ► En el panorama cultural y académico se vive una verdadera disrupción tras descubrirse que el fenómeno literario conocido como «El libro del año» no es lo que aparenta. La obra Hipnocracia. Trump, Musk y la nueva arquitectura de la realidad, atribuida al supuesto filósofo hongkonés Jianwei Xun, resultó ser producto de una sofisticada performance narrativa ideada por el ensayista italiano Andrea Colamedici, quien recurrió a herramientas de inteligencia artificial para darle vida tanto al texto como a la identidad del autor ficticio.
El libro, lanzado en enero de 2025 y rápidamente aclamado en círculos académicos y mediáticos, abordaba temas candentes como la manipulación de masas en la era digital y los nuevos mecanismos de poder en la posverdad. A pesar de haber sido citado en seminarios internacionales y referenciado en debates sobre la transformación de la percepción social, la figura de Jianwei Xun nunca pasó de ser un constructo: intentos fallidos de contactar al supuesto filósofo hicieron que periodistas, entre ellos la redactora jefe de la revista L’Espresso, Sabina Minardi, comenzaran a cuestionar su existencia.

La investigación periodística reveló que, detrás del velo de misterio, se encontraba un meticuloso experimento cultural. Andrea Colamedici, quien inicialmente apareció como mero traductor en los créditos de la obra, confesó posteriormente que su intención era explorar los límites de la autoría y demostrar, mediante la colaboración con dos plataformas de inteligencia artificial, cómo se pueden construir narrativas que desafían la tradicional figura del autor. Según Colamedici, su proyecto no pretendía engañar al lector, sino invitar a una reflexión profunda sobre los riesgos y oportunidades que ofrece el uso imprudente de la IA en la creación de contenido intelectual.
El caso ha encendido un debate en el que se entremezclan la ética, la innovación y las nuevas fronteras del arte digital. Por un lado, la rapidez con la que se adoptaron las ideas de Hipnocracia en foros y congresos internacionales evidencia la capacidad de la obra para resonar en un contexto de crecientes incertidumbres sobre la verdad y la manipulación mediática. Por otro, se reavivan interrogantes sobre la transparencia en la utilización de herramientas inteligentes, especialmente en un momento en que normativas recientes, como el Reglamento Europeo de Inteligencia Artificial, insisten en la necesidad de etiquetar adecuadamente el contenido generado de forma automática.
La repercusión se ha extendido también a redes sociales y plataformas oficiales, donde intelectuales y críticos literarios exponen sus posturas. Mientras algunos ven en el experimento de Colamedici una audaz exploración de la co-creación entre el ser humano y la máquina, otros advierten sobre los peligros inherentes a difuminar las líneas entre la realidad y la ficción. Esta polémica no solo plantea una reflexión sobre el rol del autor en la era digital, sino que también invita a la sociedad a cuestionar la veracidad de las narrativas en un entorno saturado de información manipulada. ■