En Tabasco, la política municipal suele ser terreno de disputas que trascienden los periodos de gobierno. La alcaldesa de Centro, Yolanda Osuna Huerta, rindió el martes su primer informe de gobierno en esta segunda gestión, y lo hizo con un balance que incomoda a quienes antes ocuparon la silla presidencial del municipio. La paradoja es evidente: los mismos exalcaldes que dejaron rezagos palpables —agua escasa, vialidades deterioradas, caos urbano y comercial— hoy encabezan, directa o indirectamente, campañas de desprestigio contra quien ha logrado revertir buena parte de esos males.
Los hechos son incuestionables. El suministro de agua, las calles pavimentadas y el alumbrado público muestran un cambio que antes parecía imposible. La administración también ha dado un giro en transparencia y finanzas, con reconocimientos que colocan a Centro en un nivel inédito de confianza ciudadana.
Pero Osuna Huerta insiste en que la transformación tiene rostro femenino. Ocho de cada diez delegadas municipales son mujeres y programas como Mujeres al Centro han abierto espacios de capacitación y autonomía económica para miles de tabasqueñas. No es solo discurso: es una política que se refleja en la vida cotidiana de las comunidades.
La gestión también ha tocado otras fibras: educación con apoyos digitales, salud con campañas preventivas, cultura y deporte con festivales y maratones que devuelven orgullo e identidad, y el campo con proyectos productivos que reactivan vocaciones locales. Son avances que, sin necesidad de cifras exhaustivas, hablan de un municipio que se mueve.
Sin embargo, en los últimos meses se han registrado protestas como las de la colonia Casa Blanca, donde servidores públicos fueron agredidos y el ayuntamiento procedió legalmente. Detrás de estas expresiones, la propia alcaldesa señaló “otro propósito”, evidenciando que no se trataba de demandas genuinas, sino de intentos de generar ruido político. En paralelo, personajes vinculados a Evaristo Hernández Cruz y Humberto de los Santos Bertruy han multiplicado críticas en redes, pese a que sus gestiones fueron señaladas por el mismo desorden que hoy acusan.
La estrategia es tan añeja como desgastada: utilizar estructuras y voces alquiladas para sembrar dudas sobre una administración que, con datos verificables, muestra avances. Se trata de fuegos artificiales que buscan empañar la narrativa de transformación con gritos y acusaciones sin sustento. Pero la realidad, esa que se expresa en indicadores claros, verificables y comparables, se empeña en desmentirlos.
La hazaña de Osuna Huerta no es menor: en cuatro años ha enfrentado los rezagos acumulados por quienes vieron la alcaldía como trampolín político. La saña de sus detractores tampoco sorprende: es el recurso de quienes no pueden mostrar resultados propios y recurren al escándalo mediático. En medio de esa tensión, lo que prevalece es el pulso de un municipio que avanza en la ruta de la transformación, con obras tangibles y con una ciudadanía que, más allá del ruido digital, reconoce que la vida cotidiana ya se siente mejor que ayer. ■



