Cuando en 2024 Tabasco alcanzó el lugar 20 en el Índice de Competitividad Estatal (publicado por el Instituto Mexicano de Competitividad, A.C.) el optimismo parecía justificado: las mejoras en indicadores de Sociedad, Medio Ambiente e Innovación sugerían que el estado se movía —finalmente— en la dirección correcta. Un año después, esa narrativa se ha desplomado. En 2025, Tabasco cae cinco peldaños y aterriza en la posición 25 de 32.
El tropiezo en el subíndice de Innovación y economía —hoy en el lugar 29— y el estancamiento en Infraestructura (posición 18) reflejan un modelo agotado, donde las viejas inercias pesan más que cualquier impulso sectorial. El problema no es que Tabasco no tenga potencial; el problema es que sigue atrapado en un patrón de concentración económica con pocas salidas de emergencia.
¿De qué sirve crecer si se sigue dependiendo del petróleo y si el resto de la economía permanece frágil? La baja diversificación, con solo 751 sectores productivos registrados, deja poco margen para amortiguar los vaivenes del mercado energético. Además, Tabasco sigue desconectado del mundo: es penúltimo lugar en aportación turística al PIB (0.8%) y en inversión extranjera directa (0.3%) ocupa el sitio 27.
El mercado de trabajo (posición 30) no escapa a esta tormenta de contrastes. La informalidad no solo es alta, es persistente (64%). El 68% de los trabajadores no cuenta con seguridad social ─rubro Sociedad y medio ambiente─ y un tercio de ellos labora más de 48 horas a la semana. En registro Crecimiento de las unidades económicas con más de 50 empleados decreció -2.1%; mientras que solo 24% de la población mayor de 25 años y más cuenta con educación técnica y superior (lugar 22), y la brecha de género se profundiza con apenas el 36% de mujeres económicamente activas (sitio 31).
En el rubro Sistema político y gobiernos (lugar 12), Ingresos propios registra 8% para ocupar el sitio 28 a nivel nacional.
Mientras tanto, entidades vecinas escalan con estrategias diversificadas e integrales, Tabasco parece mirar por el retrovisor sin saber en qué curva perdió el rumbo. No es la primera vez que sufre un retroceso: su camino entre 2021 y 2025 ha sido todo menos lineal, con altibajos que delatan falta de continuidad en la política pública.
Lo preocupante no es solo la caída de este año, sino la posibilidad de que se convierta en tendencia. La competitividad no se improvisa y mucho menos se sostiene con indicadores aislados. Se construye con visión a largo plazo, inversión estratégica e inclusión social.
Tabasco tiene la capacidad, los recursos naturales y el talento humano para revertir esta caída. Pero mientras no se traduzcan en políticas que diversifiquen la economía, conecten al estado con el mundo y cierren sus brechas sociales, seguirá siendo un ejemplo paradigmático de la maldición de la abundancia. ■
Consulte aquí el Índice de Competitividad Estatal 2025 del IMCO.