EL PUNTAL | Lilly Téllez y el arte de la diatriba como espectáculo ► Columnista: Pablo Cámara

En la arena política contemporánea, hay quienes hacen del debate un ejercicio de razón, y quienes convierten el foro legislativo en un púlpito de estridencias. La senadora mexicana Lilly Téllez pertenece claramente a este segundo grupo. Fiel practicante del lenguaje de la diatriba, ha hecho de la descalificación su marca personal y de la polémica su combustible. En cada intervención parlamentaria, no busca convencer, sino vencer con ruido. No argumenta, acusa.

Su estilo recuerda al de ciertos tribunos del pasado cuya fuerza política se sustentaba más en el volumen de su voz que en el rigor de sus ideas. En este sentido, una figura histórica con la que se puede establecer un paralelo revelador es Marco Porcio Catón el Viejo, el célebre censor romano del siglo II a.C., conocido por su obsesiva y reiterativa campaña contra Cartago. Catón terminaba todos sus discursos en el Senado —fuera cual fuera el tema— con la misma frase: “Cartago debe ser destruida”.

Así como Catón fijó un enemigo y repitió su consigna como martillo ideológico, Lilly Téllez ha encontrado su «Cartago» en el actual gobierno federal y en todo aquello que huela a izquierda. No importa si se discute salud, educación o la designación de un embajador: el posicionamiento de la senadora se desliza inevitablemente hacia la condena.

Un claro ejemplo se dio en la sesión del Senado del día de ayer, cuando se ratificó el nombramiento de Juan Antonio Ferrer Aguilar como embajador y representante permanente de México ante la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). En lugar de un discurso sustentado en argumentos y pruebas, la senadora desató una retahíla de epítetos denostadores que parecían más propios de una tribuna de linchamiento que de una cámara legislativa. Lo acusó de “ladrón”, “corrupto”, y lanzó una amenaza velada, cual práctica sicaria: “Lo vamos a perseguir hasta París…”.

Estas acusaciones no solo carecieron de pruebas o evidencia concreta, sino que revelan la preferencia por un discurso basado en la agresión verbal y la dramatización. No hubo espacio para la argumentación racional ni para la defensa institucional del nombramiento; solo desacreditación inmediata.

El problema no es que existan voces disidentes en el Senado —la pluralidad es condición de la democracia—, sino que la disidencia de Téllez se ha vaciado de contenido propositivo. Su verbo punzante no construye alternativas, solo demuele interlocutores. No hay en su discurso una ética de la argumentación, sino una estética del exabrupto. Su retórica, si puede llamársele así, se alimenta del antagonismo sin matices, de la sospecha sistemática y del desprecio por lo complejo. Como Catón, repite su sentencia con fervor, pero a diferencia del romano, no lo hace para preservar la república, sino para imponer su propia versión de la realidad. ■

Centro lanza el reto ‘Historias del Barrio Mágico’ para rescatar memorias de la Zona Luz
11/08/2025

Villahermosa ► El gobierno municipal convoca al Reto “Historias del Barrio Mágico en Centro”, un concurso que invita a capturar